“Hágase Cliente de
[escriba aquí el nombre de su compañía favorita], y le regalamos nuestro
cacharrito de última generación…”. “Contrate ahora con [rellene este espacio
como quiera], y consiga un 50% sobre el precio de tarifa durante todo el año…”.
Podrían ser los mensajes promocionales de cualquier compañía
de telecomunicaciones, gas, luz, seguros, banca, etc. A diario somos bombardeados
con intentos de soborno de similar naturaleza, y a veces incluso mordemos el
anzuelo. Ahora bien, es curioso que los consumidores con más tendencia a
sucumbir a los cantos de sirenas, son los que antes toman las de Villadiego al
escuchar una nueva tonadilla desde una empresa de la competencia. Es bastante
simple: si vienen por precio, probablemente se marcharán por precio. Yo simplemente
lo llamo “captar dinero malo”.
Este flujo promocional casi desesperado, mantiene vivo un
parque constante de lo que mi amigo Luis María Huete llama “mercenarios”. Esto
es, consumidores en general satisfechos, pero poco fieles. Y se preguntarán
¿nacen o se hacen? Yo soy de la opinión de que nadie nace así, pero supongo que
cada uno de mis Clientes tendrá una respuesta con sus propios matices, con tal
de no reconocer su parte de culpa en este inmenso disparate comercial en el que
estamos educando al consumidor.
Pues bien, resultando un problema bastante considerable para
la volatilidad de las carteras de Clientes de casi todas las compañías que
tengo el gusto de conocer, no es ni de lejos tan demoledor como el efecto que
produce en los Clientes de toda la vida, los fieles, los que llevan con nosotros
años y años.
¿Qué cara se le queda a usted cuando su cuñado “el espabilao”,
le cuenta que ha contratado con la misma compañía que le da servicio a usted,
pero con un 30% de descuento sobre la cuota que usted paga religiosamente desde
hace ya más de 10 años? ¿Qué pasa con mi fidelidad como Cliente? ¿Por qué este
Cliente nuevo tiene un terminal móvil de última generación y yo me he de
conformar con mi zapatófono?
Podría completar páginas y páginas con desplantes de naturaleza
dispar hacia los Clientes fieles, que resisten cada día el paso del tiempo sin
que nadie les suelte un simple “gracias”. Gracias por seguir siendo mi Cliente
hoy, y mañana te diré gracias de nuevo, que tiene mucho mérito que sigas aquí
cada día. Señores ¿no son estos Clientes los que todos me decís que queréis
tener? Y si es así, entonces ¿Por qué los maltratáis? Cualquier compañía con
dos dedos de frente debería premiar los méritos de estos señores, y no
castigarles restregando por sus narices el mega-descuento del Cliente de nueva
adquisición. Algo no va bien, digo yo.
Hablaremos largo y tendido en la próxima entrada sobre esto.
Los méritos del Cliente y como agradecerlos y premiarlos.
¿Por qué?… Porque yo lo valgo... ¿o no?
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