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miércoles, 25 de marzo de 2015

Porque yo lo valgo



“Hágase Cliente de [escriba aquí el nombre de su compañía favorita], y le regalamos nuestro cacharrito de última generación…”. “Contrate ahora con [rellene este espacio como quiera], y consiga un 50% sobre el precio de tarifa durante todo el año…”.

Podrían ser los mensajes promocionales de cualquier compañía de telecomunicaciones, gas, luz, seguros, banca, etc. A diario somos bombardeados con intentos de soborno de similar naturaleza, y a veces incluso mordemos el anzuelo. Ahora bien, es curioso que los consumidores con más tendencia a sucumbir a los cantos de sirenas, son los que antes toman las de Villadiego al escuchar una nueva tonadilla desde una empresa de la competencia. Es bastante simple: si vienen por precio, probablemente se marcharán por precio. Yo simplemente lo llamo “captar dinero malo”.

Este flujo promocional casi desesperado, mantiene vivo un parque constante de lo que mi amigo Luis María Huete llama “mercenarios”. Esto es, consumidores en general satisfechos, pero poco fieles. Y se preguntarán ¿nacen o se hacen? Yo soy de la opinión de que nadie nace así, pero supongo que cada uno de mis Clientes tendrá una respuesta con sus propios matices, con tal de no reconocer su parte de culpa en este inmenso disparate comercial en el que estamos educando al consumidor.

Pues bien, resultando un problema bastante considerable para la volatilidad de las carteras de Clientes de casi todas las compañías que tengo el gusto de conocer, no es ni de lejos tan demoledor como el efecto que produce en los Clientes de toda la vida, los fieles, los que llevan con nosotros años y años.
¿Qué cara se le queda a usted cuando su cuñado “el espabilao”, le cuenta que ha contratado con la misma compañía que le da servicio a usted, pero con un 30% de descuento sobre la cuota que usted paga religiosamente desde hace ya más de 10 años? ¿Qué pasa con mi fidelidad como Cliente? ¿Por qué este Cliente nuevo tiene un terminal móvil de última generación y yo me he de conformar con mi zapatófono?

Podría completar páginas y páginas con desplantes de naturaleza dispar hacia los Clientes fieles, que resisten cada día el paso del tiempo sin que nadie les suelte un simple “gracias”. Gracias por seguir siendo mi Cliente hoy, y mañana te diré gracias de nuevo, que tiene mucho mérito que sigas aquí cada día. Señores ¿no son estos Clientes los que todos me decís que queréis tener? Y si es así, entonces ¿Por qué los maltratáis? Cualquier compañía con dos dedos de frente debería premiar los méritos de estos señores, y no castigarles restregando por sus narices el mega-descuento del Cliente de nueva adquisición. Algo no va bien, digo yo.

Hablaremos largo y tendido en la próxima entrada sobre esto. Los méritos del Cliente y como agradecerlos y premiarlos. 

¿Por qué?… Porque yo lo valgo... ¿o no?

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